¿Qué ha supuesto esta Semana Santa para mí?
El Señor va aumentando siempre sus dones y sus gracias. Y si esta Semana Santa ha sido extraordinaria en muchos aspectos, no quiero ni pensar cómo será la del año que viene.
Nos hemos preparado bien, cada uno desde sus capacidades, claro, pero también nos hemos sentido alentados con las meditaciones que todos los días compartía Montse, estoy seguro. Con una cuaresma sincera, austera, alegre y esperanzada, nos hemos ido introduciendo, casi sin darnos cuenta, sin aspavientos ni presunciones, sino con serenidad y confianza, en la esencia de su crucifixión, su sacrificio, su resurrección y su Amor al Padre y a nosotros, demostrada no sólo en los momentos de cruz, sino en sus parábolas, sus enseñanzas, sus obras, en una palabra, su Fe en el Padre.
Hemos iniciado esta Pascua como se debe hacer, con los amigos, venidos de cualquier lugar. Hemos celebrado la Cena Judía recordando al Señor.
En la mesa de la Casa de Encuentro El Maigmó, quisimos parecernos a sus apóstoles o por lo menos a sus discípulos, eso intentamos. Nos acogimos y nos celebramos mutuamente. Sentimos el abrazo del amigo, su mirada, su alegría, nos sentimos queridos, e intentamos sentir esa cena de amigos dentro de la piel de sus amigos de entonces, borrando por un momento los dos milenios que ya han pasado.
Don Enrique, con su experiencia y capacidad serena de enseñanza, nos habló de la necesidad de morir para poder resucitar y es que es eso, precisamente, lo que el Señor nos pide en sus enseñanzas: “…mas quien pierda su vida por mi, la hallará” (Mateo 16:25)
Fue un verdadero regalo asistir a la procesión de Tibi. Nos acogieron y por supuesto, con felicidad desbordante, participamos.
El Padre Luis, cartujo y ahora párroco de Adzaneta de Albaida, nos mostró ilusionado el pueblo, sus gentes, los lavaderos que salpican toda una calle, la iglesia de San Juan Bautista y la ermita del Santísimo Cristo de la Fe, ambas muy bonitas, pero lo gratamente hermoso, fue su charla y sobre todo su testimonio. Me llegó al corazón de una manera sorprendente. Le sentí cercano, pero lo que me emocionó de una forma singular, fue notar su amistad y abandono al Señor, …un verdadero apóstol.
Hablar de Don Bienvenido, es difícil, pues la inmensa mayoría de nosotros le conoce. Asistimos a sus oficios como nuestro párroco que es, le acompañamos y él nos regaló maravil losas homilías. Sus misas son siempre alegres, con profundidad, pero sin perder de vista a niños y jóvenes. No olvidemos la actuación con marionetas, que los jovenes disfrutaron enormemente, bueno y los que no eramos tan jóvenes.
En esta Semana Santa han sucedido historias y experiencias vividas, que no nos han dejado al margen y que han servido para dos cosas. La primera ha sido comprobar como el Señor nos conduce, nos lleva, nos acompaña, nos mantiene vivos en su camino. Y la segunda ha sido ver con asombro, como D. Enrique, D. Luis, D. Bienvenido y cualquiera de nosotros, teníamos un denominador común, un plus de encuentro, un punto de partida. Hemos sido flores de una jardinera de Dios, llamada Antonia. Sin su presencia, sí, pero presente en las vidas de todos nosotros.
Carmina y Manuel